Lanzarote es un territorio único que ha demostrado históricamente su sensibilidad y conciencia medioambientales.
Hoy, frente a la crisis climática y la dependencia energética externa, la isla tiene la oportunidad de liderar un modelo de autosuficiencia integral, combinando energía renovable, gestión sostenible del agua y tratamiento de residuos.
La isla atesora un potencial enorme en energías renovables, especialmente en solar, geotérmica de baja entalpía y eólica.
Además de grandes infraestructuras, pendientes de planificación más profunda, es crucial impulsar proyectos piloto en pequeñas localidades, donde se pueda demostrar con más facilidad que la autosuficiencia es viable y beneficiosa.
Imaginemos pueblos como Ye, Masdache o Soo con microrredes solares, sistemas de almacenamiento comunitario y gestión inteligente de la demanda.
Estos proyectos no solo reducirían la factura eléctrica de sus vecinos, sino que servirían como laboratorios reales, permitiendo a los ciudadanos ver, diseñar y experimentar los beneficios de la transición energética.
Desde luego en esta isla con el sol que tiene, que los techos de todas las casas captaran la energía y se almacenara en baterías sería una buena opción. Podría ser una comunidad energética proyectada y gestionada por el Cabildo y que con los excedentes amortizara la inversión.
Además, para reducir el aumento de las temperaturas se ha demostrado que la sombre puede ayudar a mitigar las crecientes olas de calor, pérgolas solares en los estacionamientos y en zonas cultivables podrían añadirse al sistema.
Los molinos no me parecen la mejor solución en un territorio tan limitado y con alto valor zoológico y paisajístico.
También el piloto en Timanfaya de geotermia que ha liderado David Astrain Ulibarrena, puede aportar una nueva fuente menos invasiva, aunque por ahora aún en fase inicial.